JAVIER LIÉBANA
Creación y rigor
Cuando parecía que la pintura había muerto, aparece Javier Liébana. Distinto a todos, su obra muestra referencias directas de la historia del arte, desde la Grecia clásica a las vanguardias de la última mitad del siglo XX. Su irrupción en el arte es una demostración de que los augurios fatales eran falsos, de que hoy, más que nunca, la pintura está viva y emerge con una fuerza rotunda, para recordarnos que el arte es espiritualidad y no gloria.
"Yo
llegué a los griegos por casualidad", afirma. "Lo que queda,
básicamente es escultura y arquitectura. Me interesa mucho la escultura pero me
he ido aproximando a ella por mi propio camino. No he recibido formación de
escultor. Visité Grecia invitado por un amigo griego y desde aquella fecha, la
visito prácticamente casi todos los años".
-¿Se
considera un post-informalista, o le influye este movimiento?
-Mi
última obra tiene mucha influencia de la Antigüedad, lo que ocurre es que me
expreso con un lenguaje de mi tiempo. Puede dar la sensación de que estoy
próximo al Informalismo. Desde mi punto de vista me veo más influenciado por la Antigüedad que por la contemporaneidad. Mucho más. Me ha influenciado más lo
que no se ve que lo que se ve. Por eso me ha interesado tanto el arte griego,
porque posee una gravedad que pocos
artistas contemporáneos o recientes alcanzan.
A los pintores que lo logran yo les llamo pintores espíritu, como a los
osos espíritu que hay en algunos bosques de Canadá, son llamados así por su
singularidad, son blancos pero no albinos, muy raros y difíciles de ver. Pero
existen. Les llaman osos espíritu. Cuando llegué a Grecia conocía el arte
griego como cualquier otro arte, pero el hecho de verlo allí me impresionó.
También conocí los emplazamientos, como Olimpia, que me emocionó, sobre todo los trabajos de Heracles y los
frontones, algunas de las metopas me asombraron por su sencillez, por su
austeridad y su perfección. Lo que más me ha impresionado del arte griego en
general es su dimensión moral y su sentido de la trascendencia. Parece como si
el arte anterior al siglo XX estuviera superado, pero el arte no se supera
nunca. No es una cuestión técnica, sino espiritual. Los clásicos son
insuperables. Por mucho que desarrolles la técnica, nunca podrás superarles. Mi
hermano dice que no es el arco, es el indio.
En su última exposición, Signa
et chemia, ha demostrado una honestidad arrolladora, cada cuadro marca una
línea de investigación distinta. No hizo series, no escuchó esa voz que llaman
"mercado". Sin embargo vendió, el público se interesó. Además fue un
interés internacional, su obra fue adquirida por coleccionistas de Suiza o Gran
Bretaña. Tenaz y luchador, lleva trabajando veinte años. Pero es ahora cuando
su obra irrumpe con energía, ya madura, ya hablando por si misma. Liébana
somete la materia a procesos científicos. Le interesa el comportamiento de esta
tras pasar por el fuego, por los ácidos, por todo lo que la haga reaccionar. El
resultado muestra unas superficies magníficas con un amplio sentido poético.
"El
uso de la materia es muy reciente, se empezó a utilizar de forma decidida a
mediados del siglo pasado. Pienso que no ha progresado mucho desde entonces, en
realidad ha variado en función del lenguaje y la personalidad de cada artista.
Pero no se ha profundizado en su naturaleza ni se han investigado
suficientemente sus posibilidades. De hecho creo que es un campo absolutamente
virgen. Hasta ahora se ha trabajado sobre las superficie de las obras, o
teniendo sólo en cuenta la superficie, y cuando ésta se ha intervenido se ha
hecho, en definitiva, de una forma muy tradicional. Se puede rayar o arañar una superficie, pero esto ya se ha hecho
mucho antes de otra forma. Rembrant, por ejemplo, lo hacía con el mango del
pincel para conseguir los rizos dorados en alguno de sus autorretratos. Lo que hace que parezca diferente es el
lenguaje de cada época y de cada artista. A mi me interesa otra cosa".
-¿Y
en ese interés le atrae a usted la alquimia?
-"No
es que haya sentido atracción por la alquimia, es que no me ha quedado mas
remedio que utilizarla para llegar a descubrir las cosas que me han ido
inquietando. No es un fin, ni el objeto de mi trabajo. Es un instrumento. Mis
inquietudes me llevaron a ella, a la utilización de materiales de
características muy diferentes y a lo que es verdaderamente importante: cuál es
la repuesta a los diferentes tratamientos. No se trata de ser original en la
elección de un determinado material. La elección de un material concreto
obedece a unas necesidades de investigación concretas con fines puramente
plásticos o artísticos.", contesta. "Me preguntaba qué sucede con la
materia, con los materiales utilizados, con la compatibilidad entre los mismos
e incluso con la densidad y grado de disolución de las mezclas, el periodo de
secado, el calor y de cómo éste es aplicado. Al intervenir la materia ves lo
que sucede en la superficie, pero no lo que sucede debajo. Y lo que sucede
debajo en unas condiciones que también creas, pero que son imposibles de
establecer con un cierto grado de certidumbre, al cien por cien. Se experimenta
y se juega con el riesgo. Cuánto mayor es éste mayores son los errores, pero
más sorprendentes son los aciertos.
-Todo
un reto.
-"Descubrí
la ciencia de las superficies, que describe perfectamente en qué consiste mi
trabajo. Dice que la materia no se comporta igual en la superficie que en el
interior cuando se produce un cambio de fase. Una molécula en el interior está
rodeada de otras moléculas en todas las direcciones del espacio que equilibran la fuerza que se ejerce sobre
ella. En la superficie no se dan esas condiciones. Se genera una tensión
superficial que hace que la materia tenga un comportamiento diferente, que es
el que vemos. Pero en el interior se desarrolla un universo desconocido. Cuando
se derrama el mercurio, debido a la tensión superficial, se rompe la superficie
y se generan diferentes gotas. Igual sucede con todos los materiales cuando
cambian de fase o estado, de sólido a líquido o al revés. Las gotas del rocío
son otro ejemplo. Cuando eliminas la superficie después de un proceso, el
resultado es impredecible. Yo estoy investigando eso. Es una de las cosas que
más me interesan. Investigo lo que sucede debajo de la superficie, en el
interior, y descubro un aspecto de la
materia que no se ha visto hasta ahora. Se ha utilizado de forma aditiva y
sustractiva pero no se ha estudiado la naturaleza intrínseca de la materia en
el arte, como la podría estudiar un químico pero con los ojos de un pintor.
-Encuentra
interesante la tecnología como instrumento del arte.
-Son conclusiones que tengo a
través de un análisis propio. No es algo que aparezca en los manuales, pero me
he dado cuenta de que la tecnología es importantísima en el desarrollo del
arte. Hasta el punto que pienso que hay tres grandes revoluciones en el arte, considerándolas en el sentido
más riguroso de la palabra, dentro de
lo que es ya la civilización, porque anteriormente puede haber otras que desconozco
pero que podrían ser tal vez analizadas más desde un punto de vista antropológico
que artístico. Una es la que se produjo a finales del siglo VI, principios del
siglo V antes de Cristo, en Grecia, el paso del arte arcaico al clásico, con
una etapa de transición, el protoclásico o estilo severo, que para mí ha sido
la revolución más importante que se ha producido en el arte, y posiblemente sea
la más importante porque ha durado hasta hace prácticamente cien años, hasta
finales del siglo XIX, y ésta se produjo por el desarrollo de la técnica a la
cera perdida en la escultura en bronce. Esa técnica hizo posible que el artista
asumiera riesgos que hasta entonces no podía asumir, porque tenía que esculpir
directamente sobre piedra y se veía supeditado a unos cánones de los que no
podía salir por miedo a equivocarse. Hasta ese momento la escultura estaba
influenciada por la civilización egipcia, las estatuas tenían una posición muy
hierática, y la primera escultura que se conoce que varía ese canon es “El
efebo de Kritios”, que gira ligeramente la cadera y descansa sobre una pierna.
En realidad es un cambio muy pequeñito pero es toda una revolución. Luego, a
partir de ahí se llega al Helenismo.
La
segunda, para mí, es la que se produce en el Renacimiento con el desarrollo de
la técnica del óleo en el taller de los hermanos Van Eyck. Con el óleo llega la
posibilidad de rectificar muchas más veces. Más que la tempera, mucho más que
el temple al huevo, que eran técnicas que se utilizaban entonces. Para mí, el
verdadero potencial del óleo se ve en Tiziano. Muchos de sus coetáneos interpretaban
que no sabía dibujar bien. Miguel Ángel decía que apreciaba mucho en él el
color y el estilo pero que era una lástima que en Venecia los pintores no
empezaran por aprender a dibujar bien. No se entendía el tipo de pintura que
estaba desarrollando Tiziano, más basada en el color. Era una pintura tonal.
Velázquez sí que lo entendió bien. Como Picasso entendió mucho después la
pintura de Cézanne. Para mi la mejor pintura que se ha hecho desde entonces ha
seguido esta estela.
La
tercera revolución se produjo cuando apareció la fotografía, al suplantar muchas funciones de la pintura y obligar al
pintor a renovarse. Entonces apareció el Impresionismo y todo lo que vino
después todos lo conocemos.
Para
mi son las tres grandes revoluciones en la historia del arte. Pero el detalle
curioso de esto es que se han producido por necesidad y por elementos ajenos al
propio pensamiento. Es decir, por el desarrollo de una tecnología, que ha
forzado o potenciado el desarrollo de la disciplina. El pensamiento tiene barreras,
o límites, y al ser humano le cuesta mucho progresar, por eso tarda cinco mil
años en llegar a la abstracción.
Ahora
ya se acepta la pintura abstracta y, además, en general, no como hace unos
años, cuando algunos la consideraban una tomadura de pelo. Había quien pensaba
que un Miró lo podía pintar cualquiera. Ahora la abstracción está bastante
asimilada, aunque no es una pintura fácil. Creo que está cayendo en una
facilidad estética que le resta profundidad. En una pintura muy técnica que se
basa, fundamentalmente en el manejo del color. Un cuadro puede ser bonito y eso
no tiene nada de malo, pero un cuadro puede y debe ser muchas más cosas, tiene
que tener interés. De lo contrario se tendería a la decoración y al diseño,
aunque no se pretenda.
En
las obras de arte se tienen que intuir las dificultades, porque no hay creación
sin dificultad. La creación en sentido riguroso es muy complicada, inusual,
porque el creador debe intentar hacer lo que no sabe hacer. Igual soy demasiado
reduccionista, pero pienso que hay dos tipos de creación fundamentales, una
creación que se deriva de la exploración de los propios límites, cada uno tiene
los suyos. Y luego está la creación que explora los límites de la disciplina.
Ahí se produce la creación más complicada porque estás haciendo lo que no se ha
hecho antes, o lo que nadie sabe hacer o conoce.
-Símbolos
o signos
Esta
es la parte que más me cuesta explicar de mi pintura, el signo adquiere su
verdadera significación en el contexto del cuadro. Cuando los elaboro intervienen cuestiones de composición del
espacio, un análisis para que el cuadro esté bien resuelto. Utilizo mucho las
medidas áureas. En ocasiones no son premeditadas, el signo se construye de
forma intuitiva conforme a estas proporciones y a la hora de analizarlo, te das
cuenta de cómo nos influyen en la percepción de las obras de arte y de la
naturaleza. Pero el espectador debe enfrentarse a esos signos de la misma
manera que lo hace ante signos de hace muchos años y que no entiende. Porque no
hay nada que entender, no tienen un significado concreto. Su significado es
puramente espiritual, sin connotaciones necesariamente religiosas. Entiendo por
espiritual todo lo relacionado con inquietudes profundas, anhelos, sentimientos
y emociones, comunes a todos, independientemente de la época y del lugar. En
definitiva, creo que la interpretación de esos signos dependen del espectador,
tienen un carácter ciertamente misterioso.
-Hubo
un momento en su vida en que usted se descubrió pintor
-Si,
fue como una especie de iluminación que
no me atrevía a contar. Pero sí, fue la primera vez que cogí un carboncillo.
Estaba utilizando papel kraft, ese papel continuo de color marrón que se
utiliza mucho para dibujar. Me pusieron un bodegón, comencé a trazar las líneas y fue una sensación extraña. Me
produjo una gran emoción ver cómo salía el dibujo, el tacto del carboncillo
sobre el papel, la aparición de la imagen. Me pareció magia y me di cuenta de
que era pintor. De esto hace ya casi veinte años y no ha perdido intensidad, ni
lo más mínimo. Es una sensación que nunca antes tuve con nada y que jamás he vuelto a tener. En fin, es
como el que se casa enamorado y después de veinte años sigue enamorado, o algo
así, supongo.
-Formación
-Tuve
una formación muy personalizada. Se estableció un vínculo de amistad con mi
profesor de pintura, Pablo Isidoro. Hubo una gran conexión entre los dos,
teníamos devoción por los mismos pintores, era una mezcla de aprendizaje,
formación, técnica, conversaciones sobre pintura, sobre arte en general, sobre
música, literatura, su padre era crítico literario y de arte. Pablo era una
persona culta, con muchísimo criterio y muy exigente. Me llevaba siempre al
límite y aprendí mucho con él. Me inculcó el respeto por el arte y siempre le
estaré infinitamente agradecido.
-Situación
actual del arte
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